Como cada 22 de marzo, este mes celebramos el Día Mundial del Agua. Este año corresponde felicitarnos por el importante papel que juegan las aguas subterráneas en nuestra sociedad.
Es un recurso invisible para muchos, pero el impacto que genera su uso o el no poder hacer uso de ellas, es visible en muchas partes de nuestro planeta.
Debajo de nuestros pies, las aguas subterráneas, ya sean dulces o salobres, juegan un papel fundamental para el desarrollo. Si bien en numerosos países es casi la única fuente de agua disponible para ser consumida, en otros debe ser adecuadamente racionalizada para no malgastarla o sobreexplotarla o, directamente, no pueden ser utilizadas por estar contaminadas. Existen países incluso que simplemente ni saben el agua que tienen bajo tierra.
La recarga y la conservación de los acuíferos es clave en este siglo XXI. Los gobiernos con planificación hídrica tratan por todos los medios de no sobre-explotarlos e incluso destinan esfuerzos para recuperarlos en un proceso de descontaminación que puede llevar décadas.
Hoy en día, en la Macaronesia europea, ante los efectos del cambio climático, la industrialización, el mal uso del agua y el incesante aumento de la población y actividad turística, los recursos subterráneos se conciben como la batería del sistema, sin dejar de lado que los recursos alternativos, como la desalación de agua de mar, la reutilización de aguas residuales tratadas o la captación de brumas, son el complemento necesario para cuadrar los balances hídricos insulares.
Si bien la desalación de aguas salobres se vio en el siglo XX como una necesidad para poder cubrir las demandas de agua que, debido a la intrusión marina en el acuífero costero, no podía utilizarse, a día de hoy, deben verse como excepciones en un sistema hídrico en el que debe primar la extracción de aguas subterráneas de baja salinidad y con niveles de recuperación adecuados a nuestros tiempos.
Tenemos el reto por delante de proteger las aguas subterráneas de la contaminación y realizar un uso racional de las mismas. Contribuir al importante rol que juegan las aguas subterráneas en nuestros ecosistemas y en sectores clave como la agricultura y el asentamiento poblacional en medianías es una medida de adaptación digna de respecto y apoyo en cualquier planificación.