La desalación de agua de mar y de aguas salobres constituye una de las soluciones clave frente al creciente desafío global de la escasez de agua. Sin embargo, el despliegue de tecnologías de desalación sigue siendo limitado debido a los elevados costes de implantación y a su alto consumo energético. Además, los sistemas actuales de desalación hacen uso -mayoritariamente- de combustibles fósiles, lo que contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero.